Ay Samanta en dónde estás, en dónde está tu fe y tu poder que transforma el corazón reciclado en uno fuerte con ganas de dar diez mil latidos por año.
Enséñame tus manos trasparentes semi heladas y me daré cuenta que nunca dejarás envolverte de aquel áspero armazón que te sonríe para capturar tu mirada e infectarla con sombras que te atormentan ; ay Samanta si tan sólo me avisaras que existes.
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